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- Pinna fidelis, Peñafiel, vino, Ribera del Duero, wine, bodega, vendimia
En el corazón de la Ribera del Duero, donde los viñedos se extienden como un tapiz que abraza el castillo de Peñafiel, ha comenzado un ritual que cada año marca el pulso de la tierra y de quienes la trabajan: la vendimia. En la bodega Pinna Fidelis, los primeros racimos ya han empezado a llenar los remolques, anunciando que el fruto de un año entero de cuidados llega, por fin, a su momento culminante.
Durante meses, la vid ha soportado el sol implacable y ha agradecido las noches frescas que equilibran la maduración de la uva tempranillo. Cada racimo encierra ahora el relato de un ciclo entero: la paciencia de la poda invernal, el cuidado de primavera y el desvelo del verano. Cortar la uva es mucho más que cosechar fruta: es recoger el alma de un año de trabajo y esperanza.
Manos que eligen, corazones que cuidan
En Pinna Fidelis, la vendimia sigue siendo manual, como un gesto de respeto hacia la tierra y hacia el vino que nacerá de ella. Mano a mano, los viticultores seleccionan los racimos en el propio viñedo, asegurando que solo lo mejor llegue a la bodega. Son gestos repetidos generación tras generación, donde cada corte de tijera parece tener la solemnidad de un rito antiguo.
Los viñedos, con una edad media de 30 años, aportan frutos de piel gruesa, pulpa concentrada, perfectos para elaborar vinos con cuerpo y larga vida, y aromas concentrados, ideales para vinos con cuerpo y vocación de guarda. Las cepas más viejas, guardianas de la esencia de esta tierra, dan origen a crianzas, reservas y vendimias seleccionadas, vinos que expresan el corazón más profundo de la Ribera.
El rumor del futuro en cada racimo
Las primeras impresiones auguran una añada prometedora. El tamaño del grano, el grosor de la piel y la sanidad de la uva apuntan a una cosecha excelente. Si el tiempo acompaña en las próximas semanas, la añada 2025 podría convertirse en una de esas que se recuerdan con el paso de los años: intensa en nariz, elegante en boca, con el carácter vibrante que distingue a la Ribera del Duero.
La vendimia no es solo el inicio de un proceso técnico: es también una celebración. El inicio de una esperanza que fermentará lentamente en las barricas de roble, para después convertirse en vino y en historia compartida. Porque cada copa de Pinna Fidelis no solo lleva consigo el sabor de la uva tempranillo, sino también el esfuerzo de quienes, durante meses, han mirado al cielo, al suelo y a la cepa con la misma fidelidad con la que la bodega lleva su nombre.
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